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domingo, 23 de marzo de 2014

El quinto modo de amor



A veces también ocurre que el amor se despierta en el alma de un modo vigoroso y surge impetuosamente con gran vehemencia y apasionamiento, como si fuera a partir violentamente el corazón y sacar el alma fuera de sí, más allá de sí, en las obras de amor y en los fallos de amor. Se ve absorbida valientemente por el anhelo de cumplir las grandes y puras obras del amor y de responder a las múltiples exigencias del amor. Pues anhela encontrar descanso en el dulce abrazo del amor, en la apetecible enajenación y en la posesión gozosa del amor. Su corazón y todos sus sentidos lo ansían, sólo en eso se empeñan, sólo eso pretenden apasionadamente.

Cuando se encuentra en este estado, es tan poderosa de espíritu, tan emprendedora en su corazón, en su cuerpo tan fuerte y valiente, tan diligente y dispuesta en su trabajo, interior y exteriormente tan activa, que tiene la impresión que toda ella está activa, aunque por fuera no se esté moviendo. A la vez siente con mucha claridad su pereza interior así como una gran atracción del amor. Se siente inquieta a causa de esta ansia y siente dolor debido a una gran insatisfacción. Pero otras veces siente dolor intenso al experimentar el amor mismo de manera pura y gratuita, o por reclamar con mucha insistencia el amor y sentirse insatisfecha al no poder disfrutar de él.

De vez en cuando el amor se vuelve tan inmenso y desbordante en el alma - al tocarla con tanta fuerza e ímpetu en el corazón -, que tiene la impresión que su corazón queda dolorosamente herido de múltiples maneras. Las heridas parecen abrirse de nuevo cada día, volviéndose cada vez más dolorosas; es un dolor intenso que siente cada vez de nuevo. Le parece que sus venas van a estallar, que su sangre arde, que su médula se consume, que sus huesos se debilitan, su pecho arde y su garganta se seca, de modo que todo lo exterior y sus miembros perciben el ardor interior del ansia enloquecida de amor. Muchas veces entonces siente como una flecha atraviesa su corazón pasando por la garganta hasta el cerebro, como si se fuera a volver loca.

Como un fuego devorador que se apodera de todo lo que puede engullir y vencer, así experimenta el amor que actúa un su interior de una manera rabiosa, despiadadamente, sin medida, apoderándose de todo y arrasándolo.

Esto la deja muy herida. Su corazón se debilita, sus fuerzas ceden. Su alma recibe alimento y su amor cuidados y su espíritu se ve sacado fuera de sí, pues el amor está tan por encima de todo entendimiento que ella no puede de ninguna manera gustarlo. Debido a este dolor quisiera romper el lazo, aunque no destrozar la unidad del amor. Sin embargo, está tan dominada por el lazo del amor y tan vencida por la inmensidad del amor que no es capaz de moderación ni de ordenar sus actividades sensatamente o de cuidarse o de limitarse a lo que la razón le presenta como posible.

Cuanto más recibe de lo alto, más reclama. Y cuanto más apetecible se le presenta, tanto más ansía acercarse a la luz de la verdad, de la pureza y de la nobleza y disfrutar del amor. Constantemente se ve incitada y seducida, pero no satisfecha ni saciada. Y precisamente lo que más la duele y hiere es lo que más la sana y cura. Lo que le produce la herida más honda, sólo esto le proporciona salud.

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