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sábado, 22 de marzo de 2014

El cuarto modo de amor



Pues nuestro Señor suele conceder todavía otro modo de amar, a veces acompañado de gran felicidad, a veces de gran dolor, lo cual queremos exponer ahora.

A veces ocurre que el amor despierta en el alma de un modo dulce, y que surge alegremente instalándose en el corazón sin intervención de actividad humana alguna. El corazón entonces siente un toque tan delicado de amor, se siente tan atraído por el amor, se ve conmovido tan apasionadamente por el amor, tan fuertemente subyugado por el amor y tan suavemente abrazado por el amor, que el alma queda vencida totalmente por el amor.

En este estado experimenta una gran presencia de Dios, una claridad de comprensión y un bienestar maravilloso, una noble libertad, una intensa dulzura, un sentirse fuertemente abrazada por el amor y una plenitud rebosante de gran gozo. Experimenta que todos sus sentidos se han unificado en el amor y que su propia voluntad se ha convertido en amor, que ha quedado abismada y absorbida en el hondón del amor convirtiéndose ella misma totalmente en amor.

La belleza del amor la ha engullido, la fuerza del amor la ha consumido, la dulzura del amor la ha hecho desfallecer, la grandeza del amor la ha devorado, la nobleza del amor la ha abrazado, la pureza del amor la ha adornado, la excelencia del amor la ha elevado e unificado en el amor, de modo que ha de pertenecer totalmente al amor y ya no puede tratar más que con el amor.

Cuando se siente tan colmada de bienestar y tan rebosante en su corazón, su espíritu empieza a hundirse en el amor y su cuerpo empieza a sustraérsele, su corazón empieza a derretirse y desfallecen sus potencias. De tal manera es vencida por el amor que a duras penas puede dominarse, y a veces pierde el dominio de sus miembros y sentidos.

Como un recipiente lleno a rebosar se derrama inmediatamente en cuanto se toca, así esta alma, cuando se siente tocada de repente y vencida por la gran plenitud de su corazón, muchas veces sale fuera de sí sin poderlo remediar.

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