Cambiando el sentido de normal, extrovertido, estudiante, viajero, buen amigo, poeta, lector.
lunes, 24 de marzo de 2014
El sexto modo de amor
Cuando la esposa de nuestro Señor ha avanzado más y ha ascendido a mayor heroicidad, experimenta todavía otro modo de amar, siente un estado de mayor presencia y un conocimiento más elevado. Se da cuenta que el amor ha vencido todas sus resistencias interiores, ha corregido sus deficiencias y ha subyugado su ser más profundo. El amor la ha dominado totalmente, ya no hay oposición. El amor posee su corazón con seguridad serena, puede descansar en él gozosamente y ha de actuar con total libertad.
Cuando el alma se encuentra en este estado, le parece poco todo lo que ha de hacer por la gran dignidad del amor, le resulta fácil hacer y dejar de hacer, padecer y soportar. Y por lo tanto vive con suavidad su entrega al amor.
Experimenta una fuerza vital divina, una pureza clara, una dulzura espiritual, una libertad envidiable, una sabiduría perspicaz, una dichosa igualdad con Dios.
Ahora es como una mujer que ha administrado bien su casa, que la ha dispuesto sensatamente, la ha gobernado con sabiduría, la ha ordenado con pulcritud, la ha asegurado con previsión y trabaja con entendimiento. Mete y saca, hace y deshace según ella misma quiere. Así ocurre con el alma en este estado. Ella es amor; el amor gobierna en ella, soberano y fuerte, trabajando y descansando, haciendo y deshaciendo, tanto externa como internamente, según ella quiere.
Como el pez que nada en la gran corriente y descansa en su profundidad y como el pájaro que vuela valientemente en la anchura y altura del espacio, así ella siente que su espíritu se mueve libremente en la anchura y profundidad, en la espaciosidad y altura del amor.
La fuerza soberana del amor ha atraído el alma hacia sí, la ha guiado, cuidado y protegido. Le ha dado el entendimiento, la sabiduría, la dulzura y la fortaleza del amor. Sin embargo, ha ocultado al alma su fuerza soberana, hasta que llegue el momento en que haya ascendido a mayor altura y hasta que haya conseguido liberarse completamente de sí misma y el amor reine en ella con más vigor todavía.
Entonces el amor la hace tan valiente y libre que no teme ni a hombres ni a demonios, ni a ángeles ni a santos, ni al mismo Dios, en todo lo que hace o deja de hacer, en el trabajo o en el descanso. Se da claramente cuenta que el amor está muy despierto y activo en su interior, tanto si descansa su cuerpo como cuando trabaja mucho. Sabe y percibe claramente que en quienes reina el amor, éste no está supeditado a la actividad o al dolor.
Pero todos aquellos que desean llegar al amor, han de buscarlo con respeto, seguirlo con fidelidad y vivirlo con un gran deseo. No pueden llegar a él si se retraen cuando se trata de trabajar duro, padecer mucho dolor y molestias o sufrir desprecios. Deben prestar mucha atención a cualquier detalle hasta que el amor llegue a realizar, en su dominio, las grandes obras del amor, haciendo fácil todo, ligero todo trabajo, dulce todo dolor y borrando toda culpa.
Esto es libertad de conciencia, dulzura de corazón, bondad de sentimientos, nobleza del alma, altura de espíritu y base y fundamento de la vida eterna.
Esto es ya ahora una vida como la de los ángeles. Le sigue la vida eterna que Dios, en su bondad, nos conceda a todos.
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