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domingo, 16 de febrero de 2014

Ser Catequista

Espíritu santo ¡Ven!
Manda tu luz desde el cielo...


El ser humano necesita la experiencia de Dios en cada momento. Siempre quise ser catequista. Podría decirse que hasta ahora había sido un sueño frustrado. Cuando llegué a este país se dio la grandiosa oportunidad de innovarme en ese ambiente. Nunca me ha faltado gente que me dice que puedo desempeñarme en alguna función y esta vez –obviamente- no fue la excepción.

El hecho de ser catequista integra grandes cuestiones de fe. Grandes retos hacia los niños a mi cargo. Estos niños son esencialmente una enciclopedia temática de la fe desde diferentes perspectivas. Tienen una concepción de Dios –muchas veces- más pura, más humana, sin muchos tabúes. Es ahí, donde el catequista incursiona en su mundo y lo que a simple vista podría ser que uno es quien les enseñe, termina siendo al contrario, se termina aprendiendo de ellos.

Me ha pasado que los chicos ya me conocían, puesto que soy nuevo en la comunidad, pensé que estarían renuentes a la idea de que llegara un desconocido a darles catequesis, fue todo lo contrario, me han recibido a lo bien. Muy inteligentes y con cualidades humanas muy arraigadas, con su cultura patriótica bien definida. Estos niños, me han mostrado el rostro pequeñín de Dios.

Sé, tengo la certeza y la confianza en el Espíritu Santo que este año sea todo muy especial con ellos, que aprendan mucho y lleguen al Sacramento de la Eucaristía por primera vez, convencidos de lo que reciben y con el alma abierta a ser futuros Agentes de Cambio de sus comunidades.


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